Enfermos
y Ancianos Misioneros |
Entendemos por "misión"
al anuncio explícito del Evangelio a los no cristianos
y a los cristianos alejados, obedeciendo al mandato de
Jesús, y diferente de la "atención pastoral"
de los fieles que espontáneamente se acercan a la
Iglesia y participan de la vida eclesial. Pero cómo
puede un enfermo o un anciano que, dadas las
limitaciones propias de su condición, no puede
"salir" a evangelizar a los no cristianos y a
los alejados? ¡Es posible! Continúa leyendo, para
saber cómo....
Puedes leer aquí más acerca de la misión "ad
gentes" y distintas maneras de participar de ella.
¿Cómo
pueden los Enfermos y los Ancianos ser Misioneros?
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"Completo en mi carne
lo que le falta a la Pasión de Cristo" (Col 1,24)
La misión de la
Iglesia se lleva a cabo mediante dos pilares
fundamentales:
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La acción de miles de hombres y mujeres que,
yendo por todo el mundo, cumplen el mandato de
Jesucristo de "anunciar la Buena Noticia a
todos los hombres hasta los confines de la
tierra", y
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La oración y el sacrificio, ofrecido por otros
tantos hombres y mujeres, que ofrecen su vida
como sacrificio vivo por la misión, uniéndose
al sacrificio redentor de Jesucristo en la Cruz.
Los enfermos y los ancianos están llamados a descubrir, con
ocasión de las enfermedades, en los dolores y
sufrimientos, o bien, en las limitaciones
propias de la edad, una llamada especial del Señor
para ser sus testigos con su vida, con sus
palabras, con sus actitudes. Los enfermos y los
ancianos tienen la
enorme y maravillosa posibilidad de
identificarse con Cristo doliente en la cruz, y
hacer carne propia las palabras de san Pablo:
"estoy crucificado con Cristo y ya no vivo yo,
es Cristo que vive en mí. Vivo de la fe en el
Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí" (Gal
2,19b-20). De esta manera, se convierten en
protagonistas activos de la misión.
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De
esta manera, SON MISIONEROS porque, gracias a su
oración y a su sacrificio ofrecido por amor,
muchos llegarán a conocer a Cristo y a
convertirse, muchos misioneros continuarán
firmes en su labor y surgirán muchas vocaciones
misioneras.
Quién
es el Enfermo/Anciano Misionero
1. El Enfermo o el Anciano misionero es quien, corresponsable en la obra misionera de la Iglesia, ofrece con alegría y paciencia el dolor y soledad, fruto de su condición de enfermedad o ancianidad, para la redención de todos los hombres.
2. Un cristiano que ora por la propagación del Evangelio en toda la tierra y por la conversión de los que no conocen a Cristo.
3. Quien ofrece su dolor por la santificación de los misioneros de todo el mundo, y de los agentes de pastoral que trabajan con los enfermos y ancianos.
Qué hace
1. Hace de su enfermedad y sufrimiento, un medio de santificación, sintiéndose partícipe de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo a la que está vinculado desde el Bautismo y a través de la Eucaristía.
2. Acepta y ofrece con paciencia y alegría, sus sacrificios, dolor, angustias, soledad, limitaciones y otras circunstancias de cada día, y ofrece también su oración por todas aquellas personas que aún no conocen a Jesucristo y por su conversión, por la propagación del Evangelio en toda la tierra, por las misiones y misioneros de todo el mundo, especialmente por todos los que asisten, visitan y acompañan a los enfermos, por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales a favor de la misión, y por todos los enfermos inscriptos en la Unión de Enfermos y Ancianos Misioneros.
3. Se une a Jesucristo mediante la oración, la lectura de la Palabra de Dios, la práctica de los sacramentos (unción de los enfermos, reconciliación y eucaristía).
4. Testimonia con su ejemplo vivo e irradia su fe, su esperanza y caridad a los miembros de su propia familia, a sus amigos y a los otros
enfermos.
5. Es él también, apóstol para otros
enfermos, orando por
ellos, apoyándolos en su enfermedad mediante cartas, llamadas telefónicas, visitas si le es posible.
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Compromisos
del Enfermo y el Anciano Misioneros
1.
Hacer de mi enfermedad y sufrimiento, un medio de santificación, sintiéndome partícipe de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo a la que estoy vinculado desde el Bautismo y a través de la Eucaristía.
2.
Ofrecer diariamente mi dolor por la propagación del Evangelio en toda la tierra, junto con mis oraciones por los misioneros del
mundo, por todos los que asisten, visitan y acompañan a los enfermos en todo el mundo, y por todos los enfermos inscriptos en la Unión de Enfermos y Ancianos Misioneros.
3.
Aceptar y ofrecer con paciencia y alegría, mis sacrificios, angustias, soledad, limitaciones y otras circunstancias de cada día por todas aquellas personas que aún no conocen a Jesucristo y por su conversión.
4.
Testimoniar con mi ejemplo vivo e irradiar mi fe, mi esperanza y caridad a los miembros de mi propia familia, a mis amigos y a los otros enfermos.
5.
Unirme a Jesucristo con la oración, con la práctica de los sacramentos
(unción de los enfermos, reconciliación y eucaristía) y ofrecerme diariamente como hostia viva al Padre Dios, en el cáliz del sufrimiento y de las limitaciones de mi enfermedad o edad.
6.
Sentir la cercanía maternal de la Virgen María
quien, de pie junto a la cruz, contribuyó como ninguna en la obra de nuestra redención desde su propio sacrificio, y encomendarme a ella con sentido filial.
7.
Meditar y profundizar los misterios de la vida, pasión y muerte y resurrección del Señor, principalmente a través de la lectura de la Biblia, para encontrar en ellos la fortaleza para luchar contra todo lo que pueda ser ofensa a Dios o al prójimo.
8.
Ser yo también apóstol para otros
enfermos, orando por ellos, apoyándolos en su enfermedad mediante cartas, llamadas telefónicas, visitas si me es posible.
9.
Ofrecer mi dolor por la santificación y perseverancia de los
misioneros, y de los agentes pastorales que trabajan con enfermos y ancianos en todo el mundo.
10.
Rezar por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales, de personas comprometidas con la evangelización y especialmente de la atención pastoral de los enfermos y ancianos.
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Este es un pequeño servicio, que puede dar inmensos
frutos a la misión de la Iglesia universal, puesto que
la actividad de tantos que trabajan al servicio de la
evangelización de nada serviría si no hubieran detrás de
ellos otros tantos “misioneros” ofreciendo su oración y
sacrificios por la misión
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