1.- ¿De qué misión estamos hablando? Primero que nada, es necesario aclarar qué se entiende por Misión y por Misionero. Podemos distinguir dos usos bien diferenciados de la palabra misión:
La Misión general de todo bautizado: Decimos que la Iglesia es Misionera porque ha recibido de Jesucristo el encargo (misión) de evangelizar, es decir, de hacer que toda la humanidad conozca a Jesucristo y viva en comunión con El y su Evangelio. Todos los miembros de la Iglesia, participan de esta misión, en tanto que con su testimonio de vida cristiana proclamen con su vida y sus acciones a Jesucristo a los demás. En este sentido amplio del término misión, es que se afirma que "todo cristiano es misionero en virtud del bautismo recibido" (cfr. Rmi 71). En este mismo sentido, cualquier cristiano estaría cumpliendo con su misión con el simple hecho de ser un buen cristiano, porque estaría anunciando a Jesucristo con su vida en su familia, en su trabajo, etc. De la misma manera, podría decirse que todo lo que hace la Iglesia está ordenado a dar cumplimiento a esta misión. No es a este uso del término misión al que hace referencia este artículo, sino al que se da a continuación.
La Misión específica o Actividad Misionera propiamente dicha: Dentro de todas las acciones y actividades que desarrolla la Iglesia, existen algunas que específicamente están orientadas al anuncio del Evangelio a los no creyentes, como así también existen personas que se dedican específicamente a realizar esta tarea concreta. En este sentido, Dios llama particularmente a algunos hombres y mujeres para esta vocación especial. Es a esta misión y a estos misioneros, a los que nos referimos. . Formas de participar de la Actividad Misionera de la Iglesia Existen distintas formas de participar de esta Actividad Misionera de la Iglesia:
Actividad Misionera específica: es la actividad eclesial que lleva a cabo evangelización de los no cristianos (Primera Evangelización o Misión Ad Gentes) o de los cristianos alejados (Nueva Evangelización). A los que realizan esta Actividad Misionera específica es a quienes con toda propiedad se designa con el título de "misioneros". La Actividad Misionera específica, persigue los tres siguientes objetivos: o Anunciar a Jesucristo a los que no lo conocen. o Procurar el establecimiento de la Iglesia en donde no existe, o fortalecerla allí donde existe pero no tiene una vida comunitaria activa y evangelizadora. o Promover los Valores Evangélicos, como son la paz, la justicia, la libertad, la fraternidad Si bien no todos están llamados a realizar esta actividad misionera específica, existen varias maneras de participar de la misma, que se describen a continuación.
Cooperación Misionera: Es una actividad distinta de la actividad misionera, mediante la cual, todos, aún cuando su situación de vida no les permita realizar una actividad misionera específica, pueden colaborar con ésta, desde su propio lugar. La cooperación misionera permite que toda la Iglesia Particular participe y colabore activamente con la misión universal de la Iglesia. Esta cooperación misionera se realiza de tres maneras:
2.- ¿Tengo vocación misionera específica? (fuente: Initiation into the Missionary Life, Manual for the Claretian Novice.) La vocación es una inspiración o moción interior por la que Dios llama a una persona para una misión. Supone siempre la absoluta libertad de Dios que llama y la libertad humana que reacciona ante esta llamada.
Toda vocación necesita un discerminiento. El discernimiento vocacional no es sólo un proceso psicológico; es, sobre todo, un proceso de fe por el que se intenta dilucidar la autenticidad de la llamada y se procura promover la fidelidad a la misma. El discernimiento intenta captar la veracidad de los signos vocacionales que manifiestan la autenticidad de la vocación.
La llamada como comunicación de Dios, como voz del Señor que llama, se ha de entender y distinguir a través de los signos vocacionales que manifiestan la voluntad de Dios al llamado. En el diálogo vocacional, Dios se acomoda al hombre. Utiliza una sabia pedagogía usando señales para hacerse entender. En concreto, Dios manifiesta al hombre su voluntad por medio de experiencias concretas que jalonan su propia historia.
A esos acontecimientos existenciales los llamamos también señales de la llamada. Por la densidad que contienen, a quien los experimenta, le resulta fácil localizarlos y diferenciarlos en su historia personal. Proporcionan al sujeto conciencia vocacional. Entre las señales de llamada más frecuentes suelen estar éstas:
1ª. El proceso de maduración de la propia fe, que contiene una serie de encuentros significativos con el Señor en momentos de la historia personal. Esto quiere decir que la vocación misionera surge necesariamente dentro de un proceso de vivencia de la fe.
Atención: No debe confundirse el llamado vocacional con el deseo de aventura, o de alejarse de una situación que la persona está viviendo, o por un dolor o problema, que mueve a la persona a desear cambiar su vida por otra difrente y cree encontrar en la misión una salida o escapatoria a sus problemas o insatisfacciones personales.
2ª. La vida de la Iglesia como llamamiento. La vida de la Iglesia ofrece una inestimable ayuda a los llamados en orden a que ellos respondan adecuadamente a la llamada de Dios transformándola en opción fundamental. Esto implica que toda vocación se madura y discierne a través de una pertenencia activa y comprometida en la Iglesia.
Atención: Una vocación no se “descubre” a través de internet, buscando un destino de misión navegando en la web, o por correo electrónico. Una verdadera vocación misionera se descubre y se discierne a través de la participación activa en un Grupo Misionero u otra comunidad o servicio que se realiza de manera personal en una Parroquia, o en una Congregación o Instituto religioso.
3ª. La sensibilidad hacia los problemas de los hombres. Hay necesidades que en sí mismas son un reclamo, que despiertan un apremiante sentido de compasión y disponibilidad.
4ª. Los modelos de identificación, esto es, aquellas personas con nombre y rostro, que han prendado al candidato. El ejemplo y testimonio de algún misionero, un santo, etc. Aunque sean idealizadas al comienzo, asumen el papel de una auténtica llamada.
5ª. Las cualidades personales especiales y significativas. Para Dios, llamar equivale a dar. Dios no llama a nadie para algo sin antes haberle dotado de lo necesario para llevarlo a cabo. Y los dones y la vocación de Dios son irrevocables (cf. Rm 11,29).
6ª. La Palabra de Dios y la oración personal. En ellas el Señor va despertando una libertad y una disponibilidad enormes en el orante. A lo largo de los procesos que se suscitan se pueden evidenciar las insistencias de la llamada de Dios.
7ª. Fantasías en la niñez y en la adolescencia. El modo repetido de imaginarse a sí mismo en el futuro suele nacer de un dinamismo interior preconsciente que puede ser revelador de una vocación. Normalmente una vocación se va gestando y madurando a lo largo de toda la vida de la persona.
Atención: Normalmente, la vocación no surge de manera precipitada, o a partir de un acontecimiento que la persona ha vivido (la pérdida de un ser querido, el rompimiento de una relación, quedarse sin trabajo, etc.)
Estas señales, y otras muchas, suelen ser ambiguas, al menos al principio. No evidencian de una vez por todas la llamada. Pero sirven de señales para poder discernir si existe una real motivación y si la vocación puede ser verdadera.
3.- Misioneros aquí.... Misioneros allá.... Misioneros más allá de las fronteras... Ahora bien. Si crees que realmente tienes una vocación misionera específica, tienes que encontrar dónde y cómo realizarla. Puedes ser misionero viviendo en tu propio país, en tu casa, y realizando experiencias temporales de actividad misionera específica, o de cooperación o animación misioneras. O también puedes sentir el llamado a ir "más allá de las fronteras", a predicar a Jesucristo allí donde no es conocido....
. 4.- Siento que sí tengo esta vocación misionera específica. ¡Qué tengo que hacer?
|